Se trataba de un golpe militar con el fin de derrocar a Juan Domingo Perón e incluso asesinarlo. Eran
aviones de la Marina de Guerra en su gran mayoría y algunos de la Fuerza Aérea. Los aviones marineros eran veinte North American-AT 6; cinco Beechcraft-AT 10 y cinco Catalina. Se calcula que el total de kilogramos arrojados alcanzó los 13.800, es decir casi 14 toneladas de bombas. Un verdadero genocidio y caso único en la historia de la humanidad en que una fuerza aérea bombardea a sus connacionales y gasta en el intento más kilos de explosivos que los usados por la Luftwaffe alemana en el bombardeo de Guernica, durante la Guerra Civil Española.
Un jueves frío y gris, la Plaza de Mayo se convertía en un escenario del horror: a las 12:40, treinta y cuatro aviones de la Marina de Guerra con el capitán de Fragata Néstor Noriega al frente, iniciaron el bombardeo que se continuaría hasta casi las seis de la tarde, dejando un saldo de 364 muertos, más de 800 heridos y una destrucción nunca antes vivida por los argentinos.
El objetivo principal del grupo cívico militar opuesto al gobierno era asesinar al presidente Juan Domingo Perón. Para ello, arrojaron bombas y ametrallaron sobre la población civil reunida en la plaza, sobre un trolebús lleno de pasajeros (entre ellos niños que concurrían a la escula), el edificio del Ministerio de Hacienda, el Banco Hipotecario, la Casa de Gobierno y el edificio de la Confederación General del Trabajo (CGT) en la calle Azopardo, entre otros.
El objetivo principal del grupo cívico militar opuesto al gobierno era asesinar al presidente Juan Domingo Perón. Para ello, arrojaron bombas y ametrallaron sobre la población civil reunida en la plaza, sobre un trolebús lleno de pasajeros (entre ellos niños que concurrían a la escula), el edificio del Ministerio de Hacienda, el Banco Hipotecario, la Casa de Gobierno y el edificio de la Confederación General del Trabajo (CGT) en la calle Azopardo, entre otros.
La Argentina de 1955 tenía una participación de los trabajadores en el Producto Bruto Interno (PBI) cercana al 53%, el porcentaje más alto de distribución del ingreso de toda Latinoamérica y la oposición sabía que era imposible quedarse con el gobierno por la vía democrática.
Sólo podían acceder al poder matando a Perón o a través de un golpe de Estado e implantando una dictadura feroz como lo hicieron tres meses después.
El diario Clarín del día siguiente, decía: “las palabras no alcanzan a traducir en su exacta medida el dolor y la indignación que ha provocado en el ánimo del pueblo la criminal agresión perpetrada por los aviones sediciosos”.
El jefe de los marinos era el contraalmirante Samuel Toranzo Calderón, quien sería el embajador en España de la “Fusiladora” y Luis María del Pablo Pardo habían funcionado como enlace con el comandante del III Cuerpo del Ejército, el general León Bengoa. El ministro de Marina, contraalmirante Olivieri, futuro embajador ante la ONU, estaba al tanto del plan, secundado por su secretario Emilio Eduardo Massera, tristemente célebre por su responsabilidad en el golpe del 76’, por las desapariciones y la apropiación de niños. Pedro Eugenio Aramburu, futuro presidente de la Dictadura, apoyaba a Bengoa y, entre los civiles que conspiraban, estaban Miguel Angel Zabala Ortiz, futuro Canciller del gobierno de Arturo Illia, Adolfo Vicchi, posterior embajador ante los Estados Unidos, y Américo Ghioldi. Los asesinos, huyeron a Montevideo en donde pidieron asilo político. Algunos responsables, fueron juzgados y condenados a prisión.
Fuente: jdperon.gov.
El diario Clarín del día siguiente, decía: “las palabras no alcanzan a traducir en su exacta medida el dolor y la indignación que ha provocado en el ánimo del pueblo la criminal agresión perpetrada por los aviones sediciosos”.
El jefe de los marinos era el contraalmirante Samuel Toranzo Calderón, quien sería el embajador en España de la “Fusiladora” y Luis María del Pablo Pardo habían funcionado como enlace con el comandante del III Cuerpo del Ejército, el general León Bengoa. El ministro de Marina, contraalmirante Olivieri, futuro embajador ante la ONU, estaba al tanto del plan, secundado por su secretario Emilio Eduardo Massera, tristemente célebre por su responsabilidad en el golpe del 76’, por las desapariciones y la apropiación de niños. Pedro Eugenio Aramburu, futuro presidente de la Dictadura, apoyaba a Bengoa y, entre los civiles que conspiraban, estaban Miguel Angel Zabala Ortiz, futuro Canciller del gobierno de Arturo Illia, Adolfo Vicchi, posterior embajador ante los Estados Unidos, y Américo Ghioldi. Los asesinos, huyeron a Montevideo en donde pidieron asilo político. Algunos responsables, fueron juzgados y condenados a prisión.
Fuente: jdperon.gov.
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